Rinconada de Nigüelas – Pico del Caballo.

Club Deportivo Sociedad Sierra Nevada. Club centenario de senderismo, montañismo y esquí. Propietario del Refugio San Francisco, Refugio de Montaña Guardado.

Rinconada de Nigüelas – Pico del Caballo.


1 de septiembre de 2019
Dificultad SSN: Alta +
Distancia: entre 10 y 15 km.
Duración: más de 5 horas
Desnivel medio: más del 10%
Destinatarios: Habituados

  1. APROXIMACIÓN
    Llegar hasta la Rinconada de Nigüelas, lugar donde comienza esta excursión, no es fácil. El camino no es apto, ni para cualquier vehículo, ni para cualquier temperamento. Por lo tanto, la docena larga de ‘intrépidos aventureros dominicales’, nos acoplamos, bien pertrechados para la ocasión, en varios todoterrenos. El primer Sol de septiembre se había levantado hacía un buen rato cuando atravesamos el pueblo, solitario, alargando la mañana de un día festivo. Buscamos el cauce del tímido río Torrente que circunda NIgüelas sin molestar, donde un camino antiguo nos invita a seguirlo aguas arriba. Primero, tras cruzarlo por un puente sin historia, por su margen izquierda, para remontar poco después su empinado valle, retornando a la margen derecha, vadeándolo de nuevo, ya sin puente, y sin respeto.
    La pista, estrecha y sinuosa, primero de hormigón, luego de tierra gastada y polvorienta, sube con dificultad por un imponente paisaje de riscos, paredes y pronunciadas laderas, donde se insertan algunos pinares y unos pocos terrenos de cultivo que alguna vez tuvieron mejor suerte. Nos dirigimos hacia las alturas donde nace y se despeña, en pequeñas cascadas entre barrancas, este rio-arroyo-torrente de nombre tan certero, como poco original. Tras dejar atrás las últimas cortijadas se alcanza un collado que vuelca hacia los insospechadamente cercanos Alayos de Dilar, para llegar, finalmente, al mirador de la Rinconada. Aquí dejamos los vehículos, con los que hemos superado los 2150 m de altitud. Miramos al pico del Trevenque desde arriba, rodeados de unas vistas impresionantes, y eso que la atmósfera hoy no está por dar muchas facilidades. Desde aquí se contempla la ciudad y el mar, ¡más cerca de lo que están! Nuestra meta, también visible, se nos antoja, por contra, más lejos y más arriba, de lo que, quizás habíamos pensado. Algo menos de 6 km y casi 900 m de desnivel nos aguardan.
  2. SUBIDA
    Para subir hasta los 3011 m del Pico del Caballo tomamos el sendero, pedregoso y bien marcado, que comienza junto al mirador y que, por el cambio de vertientes, va remontando la loma de una estribación roma que nos dirige directamente hacia nuestro objetivo. Muy pronto los últimos pinos se quedan atrás. En adelante, sólo encontraremos piornos, sabinas y matorral propio de la alta montaña. Aunque, al final, este también desaparecerá. Abordamos un primer tramo de fuertes pendientes que pone a prueba la preparación, pero también la determinación del personal. Si hay alguna duda de lo primero no se manifiesta, salvo alguna coyuntura puntual, insuficiente para renunciar a la ‘aventura’. Pero seguro que no hay ninguna duda de lo segundo. Alguien se refiere a la importancia del cerebro en estos casos.

  • El grupo avanza lento, en fila, algo desperdigado, en silencio, cada cual tratando de acoplar respiración y marcha. Sorteamos unas cotas, apenas unas ‘tachuelas’ intermedias, para salvar los primeros 200 m de desnivel. Nos parecen escasos en relación con el esfuerzo realizado. Y, además, sólo se ha andado una pequeña parte del total. No es motivo para el desánimo. Una primera parada para reagruparnos, algún ligero tentempié y pronto se reanuda la marcha. Poco después el sendero se apiada ofreciendo pendientes menos inclinadas, y durante más tiempo. Ello nos hace avanzar algo más rápido, sin dejar de ganar altura. La climatología también se pone de nuestra parte y unas nubes amables nos protegen del poco fiable Sol en la montaña. Con la respiración algo menos forzada algunas conversaciones entretienen la marcha. Las referencias a la espléndida naturaleza y a la afición compartida, no por tópicas, pierden aquí una pizca de su mejor significado. También hay más ocasiones (y, al parecer, más inspiración) para las fotos.
    El Caballo se acerca, pero aún estamos a mitad de camino. Y aunque nos distraemos con el paisaje de amplias laderas vestidas de camuflaje con los verdes, amarillos y ocres del final del verano, no podemos dejar de mirar y de especular ante lo que nos aguarda. Es el momento de reponer energías para afrontar la siguiente etapa. Unas rocas junto al camino, plagadas de serpentina y de granates, nos acogen.

  • Se reanuda la marcha. Caminamos con la certeza de que cada vez queda menos, pero también con la sospecha de que es lo más duro. Así, poco a poco, nos vamos aproximando y también concienciando, de las últimas exigencias que tenemos que afrontar: esa pirámide final que forma la imagen icónica del pico del Caballo, visto desde Granada. Como presumíamos, la pendiente se agudiza de nuevo, a lo que el sendero, más difuso, y marcado ahora con esporádicos mojones de piedra, responde con un agradecido zigzagueo que facilita el avance. Hemos superado los 2800 m, la respiración es cada vez más difícil, cada paso cuesta bastante más. Unos machos monteses observan relajados nuestros torpes y cansinos pasos. Bien podrían darnos alguna lección de cómo andar por estas sierras.
  • LLEGADA Y CUMBRE
    Por la izquierda del ya cercano objetivo alcanzamos el último collado, ahora vuelto hacia la Alpujarra. La montaña es muy exigente y nunca se le puede perder el respeto, pero suele recompensar el atrevimiento y el esfuerzo con sorprendentes espectáculos, como el que aquí nos ofrece: la majestuosidad y el orden de las crestas de ‘los tresmiles’, o el espléndido valle del alto rio Lanjarón. Quedan a nuestros pies y a nuestro alcance, la laguna y el refugio vivac del Caballo, ambos al abrigo de la recia cara Este del pico, aunque eso será otra vez. No podemos sino recrearnos unos momentos y reafirmarnos en el ‘por qué’ estamos aquí.

  • Pero aún nos espera la traca final: llegar a la cumbre. Es entonces, cuando creíamos haber agotado toda la fuerza física, cuando el cerebro actúa, y, sin saber cómo, trepamos por las ultimas piedras para alcanzar, por fin, nuestra meta. El monolito del nodo geográfico de la cima lo confirma: 3011 m. Las sensaciones se mezclan con las emociones, la adrenalina se dispara y cierta euforia, más o menos contenida, explota, sobre todo entre los que llegan aquí por primera vez. Olvidamos por un instante nuestra pequeñez ante la poderosa montaña para sentirnos gigantes, ¡ilusos!, capaces de dominarla. Dejamos testimonio de la ‘magna gesta’ tomando fotografías de cada encuadre. Veleta, Mulhacén, Alcazaba. El mar. Las comarcas y sierras vecinas difuminadas en el horizonte. El espectáculo que nos rodea estremece al más insensible. Es una experiencia mágica (mística dirán otros), que ningún relato, ni ninguna imagen podrá nunca sustituir.
  • BAJADA
    Las nubes, que juegan al escondite con el Sol, nos regalan algunos enfoques únicos de estas sierras. Arte efímero de la naturaleza que intentamos captar. Pero pronto se apiñan y oscurecen, y de protectoras pasan a resultarnos amenazantes. Este es tiempo de tormentas. Dedicamos lo justo para el merecido refrigerio y, algo más abrigados, iniciamos el descenso. Dejamos la cumbre del Caballo por el lado opuesto al de llegada, aunque pronto recuperamos el mismo sendero que nos trajo. Y, sin embargo, ahora el paisaje nos resulta diferente. Los cambios de luz y las pendientes a nuestro favor nos permiten nuevos puntos de vista. Y también acelerar la marcha. La bajada es más llevadera, pero el cansancio se acumula, y ahora las rodillas y los pies se resienten. No pocos excursionistas soportan mejor ‘las penas’ de las subidas.
    Nos volvemos a cruzar con las cabras monteses, unos altivos machos que nos despiden con la misma indiferencia con la que antes nos recibieron. Algo más abajo, sobre nuestras cabezas planean algunos buitres que, ¿quizá buscando algún síntoma de flaqueza?, parecen prestarnos más atención. No les daremos opción. Las nubes se quedaron arriba, la lluvia no llega y nos relajamos. Bajo el Sol de la tarde, que ahora nos vuelve a acompañar, la serpentina brilla de una manera especial. El esfuerzo compartido excita la camaradería y pronto surge el compromiso de un nuevo reto: volver en primavera, cuando la nieve del invierno cubra aún estas laderas.
  • REGRESO Y EPÍLOGO
    Llegamos a los coches cansados, pero con la satisfacción de la ‘misión cumplida’. Regresamos al pueblo sin volver atrás, continuando por la pista en la misma dirección que nos trajo. Casi sin darnos cuenta cruzamos de nuevo el río, una pequeña cascada aquí indistinguible de otras aguas abarrancadas cercanas, que pronto se juntarán. Pasamos al otro lado del valle iluminado con el Sol de poniente que aprovechan unos pocos huertos. Este camino de vuelta es algo más largo, pero está mejor conservado que el de subida. Tras el descenso desembocamos frente al mismo puente que ya cruzamos por la mañana, y que ahora nos devuelve a Nigüelas. La excursión, de dificultad moderada, ya es un reto superado. No hemos batido ningún récord, ni se pretendía. Pero sí somos conscientes del privilegio de poder y saber disfrutar, en compañía, con y en la montaña.
    ¡A celebrarlo!
    Fabián G.C.

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  • EL CABALLO 1 de septiembre de 2019
    Senderos CD Sociedad Sierra Nevada 6
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