Ruta por los alrededores de Lanteira

Club Deportivo Sociedad Sierra Nevada. Club centenario de senderismo, montañismo y esquí. Propietario del Refugio San Francisco, Refugio de Montaña Guardado.

Ruta por los alrededores de Lanteira

La mejor maqueta Sierra Nevada

13 de octubre de 2019
Dificultad SSN: Media
Distancia: menos de 10 km.
Duración: entre 3 y 5 horas
Desnivel medio: entre el 5 y el 10 %
Destinatarios: Usuales
Nos habíamos citado relativamente temprano, pues partíamos desde Granada, en la plaza del pueblo que, cuando llegamos, aún presentaba síntomas de una noche de fiesta, aparentemente acabada sin prisas, aún no hacía mucho tiempo. Allí nos esperaban algunos senderistas y montañeros locales, con Antonio Gámez, el Lanteirano, al frente, que nos guiaría. Pronto descubriríamos que esta no sería una excursión más (ninguna lo es, de hecho). El grupo, más amplio que otras veces, a pesar del madrugón y el largo desplazamiento, pareció haberlo intuido.
Tras el Lanteirano salimos de la plaza por una calle en dirección Este, frente al Ayuntamiento, bordeando la iglesia, que enseguida nos condujo a los campos cercanos. Íbamos en busca de una necrópolis recientemente descubierta bajo uno de ellos. Nos cuenta que es de gran valor, según los arqueólogos, aunque, al parecer, a los vecinos, conscientes de la antigua y rica historia de su pueblo, no les había sorprendido tanto el hallazgo. La excavación ha dejado al descubierto una veintena de tumbas y unos extraños pozos, todos cavados en la roca pizarrosa del lugar, además de lo que parecen ser los cimientos de una pequeña edificación. La única, clara y perfecta orientación de estas estructuras hace pensar a los entendidos en un cementerio musulmán y una mezquita. La función de los pozos, junto a las tumbas, es más incierta.


Poco después, dando casi media vuelta sobre la dirección que traíamos, pero remontando ligeramente, y tras cruzar unas paratas sin cultivo, ocupadas por la retama y el tomillo seco, llegamos a los restos de una antigua fortaleza del mismo origen que el cementerio anterior. Es conocida como el Castillo del Barrio y está situada en un altozano estratégico, sobre el pueblo, con unas extraordinarias vistas a la Sierra y al Marquesado del Zenete. Son apenas unos muros de tierra, ¡pero de casi mil años!, a cuyo escaso abrigo, Antonio el Lanteirano, haciendo gala de un conocimiento profundo del territorio y de sus gentes, y de una memoria envidiable, nos ilustra, tanto sobre la geografía (e incluso la geología) que nos rodeaba, como nos cuenta algunas historias llenas de ingenio y de humanidad, de la vida de sus habitantes.
Análogamente, a lo largo de la excursión, el Lanteirano nos reuniría varias veces para hablarnos de los Loberos, los Cabragiles, los maquis, el avión americano, los pastores, o los arrieros de la Sierra. Se trata de algunas historias y cuentos vividos u oídos a sus mayores, de los que tanto aprendió simplemente escuchando, e incluso “algo arrepentido por no haber sabido escucharlos antes”, nos confesó convincente. Y todo ello aderezado de una retahíla de hechos, anécdotas y nombres, imposible de retener. Pero sí cabe resaltar la influencia de su abuelo, el tío Seguro, sin duda un personaje singular, de quien Antonio ha heredado algo más que este otro apodo por el que también se le conoce. Y de su maestro de la adolescencia, don Camilo, que le enseñó a ver la Sierra de otra manera. Al rememorarlos, se llenan de interés y de sentido, tanto sus relatos, como su propia historia personal. Compartirla con nosotros, fue un privilegio.


Abandonamos la fortaleza antes referida remontando, un poco más, la ladera cercana, por un sendero de suaves pendientes que, resguardado por la sombra de unos pinares de repoblación, nos llevaría hacia los restos de unas antiguas minas de cobre y de plata, hoy abandonadas. Al parecer, algunas fueron explotadas desde tiempos inmemoriales. E incluso aquí se llegó a acuñar moneda, nos cuenta un animado y locuaz Lanteirano. De ello da testimonio una imponente chimenea de ladrillo, conocida por “El Chimeneón”, que se yergue, solitaria, entre las ruinas y los árboles que hoy ocupan el antaño terreno minero.


El camino giró de nuevo al Oeste, a nuestra derecha, volcándose ahora, en ligero descenso, hacia el valle cercano en busca del rio del Barrio. Ambos, sendero y cuenca, muy secos, discurren en paralelo y, por tramos, van excavados en el lecho de pizarra. Nos dirigíamos hacia la conocida como ruta de los Molinos que, por aquí, bordea a Lanteira. Si bien, el agua que encontramos, -que habría de ser su fuerza motriz-, aunque canalizada, era claramente insuficiente, después de un invierno con pocas nieves, una primavera y verano sin lluvias y un otoño reticente. Aunque estos campos, hace ya tiempo abandonados a la suerte de unos pocos almendros y menos olivos, no parecían echarla de menos. Pero antes de seguir retrocedimos un poco, por el otro lado del valle, serpenteando con la vereda río arriba, entre pinos y encinas, castaños y álamos de ribera de gran porte, para alcanzar un pequeño remanso donde nos esperaba un área de recreo cercana, amigable, bien acondicionada, pero también algo sombría y solitaria. Allí pudimos reponer algunas fuerzas junto a una fuente de agua ferruginosa. Nos encontrábamos a algo más de 1450 metros de altitud, el punto más elevado de todo el recorrido.
La vuelta la iniciamos por un sendero que bordea una antigua acequia sin uso excavada en la margen izquierda del rio del Barrio, de cuyo cauce y valle, poco a poco, nos íbamos separando. Así alcanzaríamos, remontando algo la ladera, la pista forestal del Marquesado, un ancho camino carretero que, por estas lomas y entre pinos, une los términos y pueblos de esta comarca serrana. Por él avanzamos en dirección SO hacia el promontorio conocido como Castillo de la Reina, una singular atalaya que domina el paisaje cercano, y que también da nombre a una ganadería de toros bravos -si bien hoy parecían muy tranquilos- por cuyas inmediaciones pasamos. Salvo los atolondrados saltamontes, las laboriosas hormigas y algún que otro arisco gato pueblerino, esa sería la única fauna, salvaje o doméstica, que veríamos en toda la excursión. Hasta los pájaros parecen haberse marchado de esta parte de la “España vaciada”, eufemismo con el que se quiere ocultar la realidad: la España abandonada. Aunque, a decir verdad, tampoco este otoño disfrazado de verano es tiempo de canto de aves.


Seguimos este camino durante un buen trecho. Discurre junto a él una ruda acequia, ahora canalizada en hormigón, por la que, extrañamente, el agua discurría en dirección contraria a nuestro andar, cuando, aparentemente descendíamos. Casi sin darnos cuenta alcanzamos, poco después, el valle del río del Pueblo, que así se llama el donante de esas raras aguas “marcha atrás”, al que descendimos por un sendero zigzagueante, cómodo y bien señalizado, que nos conduciría, ya definitivamente, de vuelta a Lanteira. Pero antes nos esperaba la sorpresa del encuentro con un “castaño milenario”, que parece salido de un cuento. Es un árbol de follaje reducido por sucesivas talas que no han podido con él, pero con un inmenso tronco que necesita no menos de ocho personas para abrazarlo, y en cuyo interior, semihueco, se podría pernoctar. Fotos para el recuerdo y testimonio, ¡y adelante!, ya casi por el mismo cauce, para retomar la ruta de los Molinos.
Y justamente, junto al río, nos topamos con el Molino de la Teresica, o antiguo molino de Magüey. José María, su dueño, oportunamente avisado, estaba esperándonos. Lo ha restaurado con mimo, y orgulloso del resultado, -que no pudimos sino alabar-, nos lo abrió y enseñó con modestia serrana. Nos cuenta que desde principio de los años ochenta no está en funcionamiento, y que ahora, sólo esporádicamente, se usa como residencia familiar. Desde aquí parte un ancho camino, bien acondicionado como paseo periurbano, que llanea y se separa del río, ahora en descenso vertiginoso, y anticipa la proximidad del pueblo. No tardaríamos en encontrarnos con las primeras casas.


Nuestros impagables anfitriones del Club Montañero Lanteira nos tenían preparada una última sorpresa. En su sede, un más que digno local colgado sobre el valle y con vistas al poniente y a la Sierra, nos aguardaba “un verdadero tesoro”: la mejor y más espectacular maqueta que nunca se ha hecho de Sierra Nevada. Nos la enseñó su autor, Jesús Alcalá, o Jesús el de la Maqueta, como ya todos le conocen, otro distinguido lanteirano, hombre tranquilo y discreto, que también nos había acompañado durante toda la excursión. Y aunque él no lo manifieste, no hay duda de que ha empleado tanto entusiasmo, como conocimiento en esta tarea. La extraordinaria maqueta, de unos 20 m2, está realizada a escala 1:10.000, y ocupa casi la mitad del local. Y no sólo es precisa y justa en su ejecución, es además muy sugestiva. Con el asesoramiento de Antonio, nuestro guía de hoy, en ella se recoge e identifica con pulcritud todo lo que hay en Sierra Nevada: accidentes geográficos, senderos, cortijos u otras intervenciones humanas, con más de 2.000 referencias. Jesús le ha dedicado una parte importante de su tiempo durante más de una década. Y aún la está ampliando con nuevas fases. El trabajo realizado se puede seguir en: https://duckduckgo.com/?q=maqueta+lanteira&ia=web y mejor aún en https://youtu.be/RMUWWV6t3jA


¡Enhorabuena!
La jornada concluyó en un local de ocio cercano con un corto, pero bien merecido refrigerio, que, una vez más, Antonio el Lanteirano, o el Seguro, con verbo fácil y entretenido, amenizaría con nuevas historias de estas tierras. Historias que, así contadas, por sí solas, constituyen parte del alma de un territorio que no siempre fue grato, ni acogió con amabilidad a sus pobladores y visitantes. Historias, cuentos o leyendas, que todos los presentes coincidimos en la importancia y la necesidad de su divulgación y su supervivencia. Por ello, animamos al narrador para que no queden como relatos al viento. Para que las registre, de la manera que considere, para que guarden la memoria de un patrimonio cultural que, de otra manera, pronto caería en el olvido.
Solo queda dar las gracias a Antonio, a Jesús, al club Montañero Lanteira, con el que esperamos compartir nuevas caminatas por la Sierra.
Fabián G. C.
LANTEIRA 13 de octubre de 2019
Senderos CD Sociedad Sierra Nevada
Algunas fotos más de Javier Lafuente


LANTEIRA 13 de octubre de 2019
Senderos CD Sociedad Sierra Nevada

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